Homenaje a los escaladores Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, en el cincuenta aniversario de su muerte en la cara norte del Eiger.

LA ASISTENCIA AL HOMENAJE ES LIBRE Y NO HAY NINGÚN INCONVENIENTE EN QUE, QUIEN LO DESÉE, PUEDA CENAR CON SUS PROPIOS ALIMENTOS AUNQUE PARA HACERLO EN EL CATERING DEL PABELLÓN ES IMPRESCINDIBLE LA RESERVA CON 25 EUROS.

¡NO FALTEIS, OS ESPERAMOS EN MEZALOCHA!



viernes, 29 de junio de 2012

"TRAS LAS HUELLAS DE RABADÁ Y NAVARRO". EIGER 1969. Artículo de CÉSAR PÉREZ DE TUDELA


Nuestra salvación solo estaba hacia lo alto. Desde el amanecer del 
día siguiente escalamos muy deprisa, a la desesperada, librando duros 
combates en la “Fisura Delitiée” y atravesando el largo y 
fantástico espectáculo, que constituía la llamada “Travesía de los 
Dioses”, que con la caída de tanta nieve estaba peligrosa.
 
 En lo alto de la Araña recordé la escena que había inundado mis 
sueños. Allí era dónde mis compañeros aragoneses, coetáneos míos 
en los anhelos por ser quiénes queríamos ser: los admirados Rabadá y 
Navarro,  vivieron su último drama.
Yo lo había vivido también día a día, siguiendo las noticias en la 
radio, en el verano de 1963, mientras me encontraba en el campamento de 
la Granja de las Milicias Universitarias haciendo el curso de alférez.
  Cuando al cabo de unos días, al fin se dijo que los alpinistas 
españoles habían muerto, toda la 22 Compañía de Infantería, con 
Pedro Soto del Río, su capitán al frente, me dieron uno a uno, un 
sentido pésame.
 Pero ahora el que estaba en lo alto de la “Araña”, subiendo y 
rehaciendo el drama que mis compañeros habían soportado era yo.
Allí en el borde superior derecho del glaciar de la Araña Blanca, 
suspendido a 1.400 metros sobre los zócalos de la base, Ernesto Navarro 
estuvo en pie, anclado a una clavija en la roca, con la maza colgando de 
su muñeca derecha, y las cuerdas pasando por dos clavijas de hielo 
uniéndole con su compañero Alberto Rabadá, que se había derrumbado 
cara a la pared, agotado, con el piolet junto a su pecho, envuelto en 
una costra de hielo y suspendido de la cuerda de Navarro. ¿Por qué 
Rabadá se había quitado los crampones?
Navarro se quedó allí, manteniendo firme la cuerda de Rabadá, con la 
esperanza de que se recuperara; momentos eternos que fueron horas o 
días... ¿Cuánto tiempo pudo durar el sentimiento de ambos ante la 
muerte, con esa conciencia difusa que precede al fin: morir, pasando por 
ese estado de coma, en el que les sobrevendría un colapso cardiaco 
producido por la extenuación física y la hipotermia.
¿Pudo haber seguido Navarro, solo hacia la cima, dejando allí a su 
compañero?
  
La respuesta está en el misterio metafísico de este grandioso y 
también tremendo juego que es el alpinismo. El alpinismo que tanto 
sintoniza con la filosofía del idealismo absoluto, la que inundando al 
hombre de coraje para levantarle de su vulgaridad, pretende que llegue 
por fin a lo alto.
Continué escalando las llamadas “Fisuras de Salida”, cuatrocientos 
metros de escalada que me exigieron muchos esfuerzos. En las “Fisuras 
de Cuarzo” la escalada se hizo aún más difícil por el hielo que las 
cubría. No encontré el rapel pendular que simplificaba ese sector y 
proseguí directo hacia el Nevero Somital. Encontré la cumbre iluminada 
por el sol que se ponía, mientras las nubes cubrían el resto de la 
montaña, como si fuera un pasaje bíblico...
Habíamos escalado durante cuatro días, incluyendo un día perdido a 
causa de la tormenta, sorprendidos por la intensa tempestad, superando 
las caídas, rebelándonos ante los síntomas de ese profundo cansancio 
que conocen bien quiénes suben a las cimas, sabiendo que hay que 
continuar... hasta ese final...
Solo importaba seguir, poder bajar por la vertiente oeste, peligroso 
descenso entre la niebla, extraviados en su inmenso y pendiente glaciar. 
Por allí vagamos toda la noche mi compañero y yo, en el mismo lugar en 
el que perecieron Nothdurft y Mayer, los alemanes que tras el accidente 
de Stefano Longhi y Claudio Corti, continuaron  hasta la cima en 1957, 
montando allí su último vivac.
En el amanecer algo de claridad llegó a mi mente. Puse dos rapeles de 
60 metros y descendí al fondo del glaciar Rotstock.
Mi compañero y yo llegamos ilesos al hotel Bellevue para tranquilizar 
al atento y preocupado coronel Von Allmen, jefe de la seguridad alpina 
de la zona.
 El Eiger fue un resplandor en mi vida que me llenó de responsabilidad 
y de respeto hacia mi existencia.
Con los pies helados me retiré de los Alpes aquél verano de 1969.
Recuerdo que cuando en un restaurante en Chamonix, unos guías 
franceses supieron que venía de haber subido el “Eigernordwand” me 
cedieron el paso mirándome como si llegara de las estrellas.
  
Un inmenso  horizonte vertical se abría paso ante mí. Me había hecho 
más fuerte y algo de sabiduría había llegado a mi espíritu para 
neutralizar mi natural ignorancia.
 El valor humano que representó para mí haber recorrido las 
dificultades del Eiger ha sido desde entonces un tesoro imborrable, aún 
hoy, más de cuarenta años después.
 
  

jueves, 21 de junio de 2012

LA MEJOR ESCALADA DE ESPAÑA. ESPOLÓN DEL FIRE. POR ALBERTO RABADÁ

2ª parte (TRECE AÑOS ANTES DE LA ASCENSIÓN DE RODOLFO Y SANTIAGO)


”Al aclarar el día, nos decidimos a emprenderla de nuevo. A la rosada luz del amanecer, vemos lo que tenemos encima..., no es muy prometedor..., lo único prometedor es la dureza del día que nos espera. En este segundo tercio, la pared presenta una de sus mayores defensas con una serie de extraplomos continuados durante cuarenta o cincuenta metros. Sobre ellos, unas cornisas amplias son nuestra meta momentánea. Tras filmar a Navarro a la salida de tan aérea cama, con el consiguiente desentumecimiento de músculos, comienzo la tarea. El primer largo, en diagonal a la izquierda, permite sortear los primeros desplomes, siendo en la siguiente –a la derecha–, cuando nos encontramos en medio de ellos. Deliberamos nuevamente si ir un poco más allá a ver qué hay, pero, ante la perspectiva de un retroceso, no queda otra solución que seguir derecho. De esta forma, momentos después, me encuentro haciendo artesanía pura a base de pitonisas, pitoncicos y toda la quincalla menuda que tengo, pasando un rato apurado hasta que, penduleando, me sitúo en una repisa donde descanso de la fatigosa tirada.
            ”Otro largo queda para salir de esta segunda zona de panzas. Veo a mi compañero empezarla con un brío que queda frenado ante la imposibilidad de pitonear ni medianamente bien. Son momentos de gran tensión: sobre uno de los clavos que ha conseguido colocar, suspende un estribo..., y es al querer apurar el último peldaño, cuando se produce la caída. Todo ocurre en breves instantes. Al desprenderse el primer clavo, el segundo lo hace también, y es uno de la reunión el que aguanta el vuelo de él, queda suspendido unos metros por debajo de mí, sin mayores consecuencias que un dedo magullado, el reloj hecho puré y amén del consiguiente sobresalto. Mientras ataca otra vez, ésta con los bríos un poco mermados, le pido repita el retroceso al objeto de filmarlo..., en principio dice que sí..., que no sé qué de mi tía. Al segundo intento, hay más suerte: el clavo aguanta lo suficiente para alcanzar la parte superior del extraplomo, por el que se desplaza hasta llegar a una pequeña muesca al pie de un tramo de pared sumamente vertical de unos quince metros.
”Intento dar con otra cornisa durante las dos horas de luz que quedan, pero, al no conseguirlo, nos resignamos a pasar la noche allí, organizándonos un balconcillo con las cuerdas, que supla la falta de terreno horizontal. Por otra parte, el tiempo parece que no quiere colaborar, y una fría llovizna nos hace presumir que el día de mañana no va a ser mucho mejor que hoy. Resguardados con los plásticos, contemplamos, al amanecer, todo velado por la niebla. El Pisón, con el erguido y provocativo Puro que tenemos enfrente, escasamente se destaca de las brumas que lo envuelven. Si no le da por llover recio...
            ”Echamos mano de la última reserva de clavos que hay en el petate, ya que muchos han sido abandonados, otros rotos y bastantes han caído abajo. La escuálida mazurca se nutre de nuevo y, con ella en ristre, trepo por la triple hasta el punto que ayer retrocediera. Como la tarde anterior, todas mis tentativas se estrellan ante la imposibilidad de clavar y, como no me seduce la idea de empezar a burilazo limpio, decido buscar nuevos horizontes. A fuerza de artesanía y de clavos made in circunstancias, me desplazo a la derecha, hasta una entosta donde puedo meter un sólido pitón, que asegura la continuación de la travesía, pero, al llegar al límite de las cuerdas y del material sin encontrar una solución, regreso a la entosta donde, cansado de tanto paseo, me aseguro y recupero a mi compañero. Si placer me causa el comerme la manzana que al llegar junto a mí, me alcanza Navarro, más todavía me causa el oír el clic del mosquetón puesto sobre el primer clavo que ha conseguido poner; a éste se sucede otro..., ¡y otro! Ya toca la repisa que esperamos salir de este agotador trozo de pared, y por ella se desplaza hacia la izquierda, hasta situarse en una buena cornisa al otro lado del espolón, en la que, a juzgar por los gritos de júbilo que da, calculo se terminan los problemas gordos (¡ya era hora!).
”Al final de la tirada siguiente, y mientras mi compañero se acerca a mi altura, no siento otra cosa que llevar el tomavistas descargado. Es impresionante verlo suspendido de estos hilos de araña que nos unen, recortado sobre el pueblo, que se ve diminuto entre su cuerpo y la pared, por la que, con su habitual y tranquila agilidad, está trepando. Otra tirada de cuerda por unos metros de pared lisa, una corta canal con mala salida y alcanza Navarro un nido de buitres (también se buscan la casa alta estos animalitos). Nos reunimos en él, estamos cerca ya de la cima, pero la noche se nos echa encima y decidimos preparar el último vivac, pues, a pesar de la cercanía, desconfiamos de cómo estará el trozo que queda y no es cuestión de exponerse a pasarla en un estribo, teniendo a nuestra disposición el confortable nido.
            ”El petate está ya fláccido; sólo unas pocas provisiones y el material del vivac..., por la noche. Por la mañana, las provisiones las subimos puestas; alivia algo al tener que izarlo, pero, en cambio, la sensación del estómago ya no se pasa apretándose el cinturón. La última tirada es a cargo de Navarro, pues, tras los suspenses de la de ayer, temo no encontrarme en las mejores condiciones. Lo veo partir decidido por un extraplomo sobre nosotros, del que pasa a una especie de medio cono a  la derecha por el que continúa en arriesgado largo a libre hasta el redondeado de la cima, de la punta No Importa. Desde aquí, ya poco puede interesar lo demás: pasar a la Buzón y descender en rápel hasta la glera y, por ella hasta el pueblo, es corriente. Únicamente querría expresar nuestro agradecimiento a todos los que, aunque sólo pudiese ser con su presencia y su fe, nos animaron a conseguir esta escalada, cuya nueva vía denominaremos Félix Méndez”.

Alberto Rabadá Sender.
Boletín de Montañeros de Aragón. 1962.







REFLEXIONES DE UN PERRO DE ROCA (Jesús Vallés, apasionado por las rocas y los perros)
 Me inicié en la escalada hacia el año 1970, con catorce años, y una de mis primeras lecturas, repasada una y otra vez, fue este relato de Alberto Rabadá publicado en el boletín de Montañeros de Aragón en 1962. Desde el principio me percaté que me hallaba ante una obra maestra, la perfección y la belleza materializadas en cinco días contrarrestando la ley de la gravedad sobre un filo de conglomerados de la época terciária. Alberto Rabadá y Ernesto Navarro encontraron en el prístino espolón del Fire todo lo que un escalador puede soñar escalar.
Yo también sentí muy pronto la llamada del Fire y no tardé en aventurarme en sus relieves, rotundos y distintos a los de los otros mallos. Primero fue la cara sur a los 16 años y despues la cara oeste dos años más tarde. Algunos compañeros me propusieron ya "intentar" el Fire por su espolón pero yo todavía no me sentía suficientemente maduro y al analizar las emociones que surgían al considerar un intento, el miedo, distante, difuso, pero muy real, estaba allí poniéndome una luz roja. No, el espolón del Fire no me "llamaba", yo no escuchaba ninguna voz interior ni exterior que me susurrara "ven, súbeme". Decidí esperar y continúar perfeccionando  y depurando mi técnica pues mi propósito era intentar escalar aquel espolón como lo habían subido Alberto Rabadá y Ernesto Navarro: SIN TALADROS Y SIN AYUDAS
En 1976 algunas cordadas se apuntaron repeticiones a pesar de que, agotadas, hubieron de ser rescatadas con cuerdas lanzadas desde la cumbre. Los buriles hicieron su aparición, no sólo en reuniones, también en secciones que costaron muchas horas de esfuerzo a Rabadá y Navarro. Flanqueos y delicadas travesías fueron "enderezadas" y entonces el Espolón del Fire dejó de ser la mejor y más difícil escalada de España. 
Las circunstáncias de mi vida no me han permitido escalar el Fire por su filo vertical, pero aunque yo tuviera mis dos manos en perfectas condiciones tampoco sería posible. Mi sueño de muchacho principiante ya no existe. El taladro acabó con él.


 Chovas en Mezalocha, foto E. Viñuales


50 años más tarde el deporte de la escalada tendrá que convivir con las aves que habitan los roquedos y paredones. El uso y abuso del taladro industrial ha hecho saltar las alarmas entre las autoridades medioambientales encargadas de la protección de la vida salvaje.
Mi opinión es que son los propios escaladores quienes deben practicar la autocontención renunciando a itinerários ilógicos y antinaturales que no tienen en cuenta la morfología de las paredes invadiendo determinadas zonas de hábitat y nidificación. El taladro pasará pronto de moda. Los escaladores de vanguardia retoman, medio siglo despues, la filosofía de Alberto Rabadá en el espolón del Fire optando por una escalada comprometida que no someta, que no se imponga a la configuración de la roca, que no la violente.


 Vivimos ahora mismo un punto de inflexión. Jóvenes guipuzcoanos ya taladran la cara norte de la Torre de Marboré, un santuario del pirineísmo, un sitio único en el mundo, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Tal vez este cincuenta aniversario de la muerte de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro haga reflexionar a la comunidad de escaladores e intentemos recuperar la pureza, sencillez y humildad de nuestra cordada aragonesa, su impronta juvenil, su gesto noble, confiado y hermoso.


 

jueves, 14 de junio de 2012

LA OESTE DE RABADÁ Y NAVARRO (II)



Travesía en la cara oeste


Gregorio Ariz Martínez

 
Segundo día.

Una claridad invade la tienda y con verdadera curiosidad nos asomamos al exterior, pues del tiempo que amanezca depende nuestro triunfo. Por suerte está radiante y el frío aprieta con gusto.
Una vez desayunados nos adentramos en el problema principal de la pared. Una delicada travesía que pone en juego la pericia y el equilibrio de los que la recorren, nos entretiene ahora a nosotros durante algún tiempo. Viéndole pasar a José Ignacio, no parece que la cosa sea excesivamente difícil. Sus fuertes dedos no se inmutan ante tamaño esfuerzo. Cuando ha llegado a la llamada “guitarra”, hace reunión  y paso por el mismo sitio en segundo lugar. Las presas son minúsculas y el vacío impresionante. Trescientos metros mas abajo, empequeñecido por la distancia, está el refugio y cerca de él, dos puntos pequeñísimos indican la presencia de nuestros compañeros Javieruco Aldaya y Andoni Feliú, que siguen con mirada atenta nuestras evoluciones.
Una vez en la “guitarra”, descendemos unos metros prontamente pues el lugar es incómodo. La segunda parte de la travesía me toca a mí de primero y aunque es más fácil que la anterior, requiere también su cuidado. Un rato más tarde, nos encontramos al pie del “diedro de 100 metros”
   Punto clave
  
Travesía
  
Desde este punto tiramos la mochila con la tienda y el cordino de izar dentro, además de la ropa que nos sobra, la cual baja como una bala sin tocar ninguna parte, hasta estrellarse en el nevero de la base. Nuestros compañeros la recogerán más tarde comprobando con autentica suerte, que no ha sufrido ni el menor deterioro. Aparte del material solo llevamos una naranja cada uno en el bolsillo, que nos comeremos mas arriba con piel y todo.
Nosotros, ya sin peso ni estorbos “volamos” por el diedro que al principio nos engaña. Recelamos a veces de lanzarnos a los pasos difíciles sin empleo de clavijas de seguro, pero al ver que las presas son sólidas y abundantes, dejamos las dudas aparte y proseguimos sin pensarlo demasiado.
El soy ha venido a reunirse con nosotros y nos impregna con su calor. Esto lo agradecemos en principio, pero pronto nos sofoca la sed y quisiéramos que volviera a desaparecer.

 
 Diedro

 
A primeras horas de la tarde, desembocamos en terreno más fácil y en una estrecha plataforma, recogemos una cuerda azul de 40 metros, último vestigio del lugar en el que Lastra y Arrabal, pasaron su cautiverio de diez días en pleno invierno antes de ser rescatados por un helicóptero.
Ahora la pared se presenta fácil y todo invita a correr. La proximidad de la cumbre, los gritos de Javieruco y Andoni que han subido por la cara sur, el cansancio acumulado en el cuerpo y las ganas que ya tenemos de abandonar este mundo vertical, aceleran nuestros movimientos.
 Últimos largos  


 Último paso difícil
  
 
Más arriba, ya muy cercanos a la cima, superamos el paso desde donde cayeron Berrio y Ortiz y pocos metros después nos desatamos de las cuerdas porque la escalada ha terminado.
Ya en el punto más alto, nos abrazamos con nuestros amigos, que nos reconfortan con su presencia y con una ensalada que nos han subido. Es la primera vez que los cuatro hemos pisado la cumbre del rey de los Picos de Europa. Somos los únicos habitantes del lugar, ya que en el Naranjo de Bulnes no hay más escaladores que nosotros.
El pensamiento vuela con el recuerdo a Alberto Rabadá y Ernesto Navarro que nos dejaron como ejemplo una ruta genial, la más importante del Naranjo en aquel momento
El gozo que ocupa todo nuestro ser, es tan inmenso y sencillo, como el desnudo mundo de cumbres y abismos que se tienden bajo nuestros pies.
Pero es necesario iniciar el descenso. La noche está ya cerca.

  En la cima del Naranjo


 
Notas finales:

Escalada realizada por José Ignacio y Gregorio Ariz de Pamplona, los días 29 y 30 de Mayo de 1.970
La cuerda recuperada era de Enrique Herreros y la enviamos al Club de Montaña Peñalara de Madrid.
Adjuntamos algunas fotografías tomadas durante la escalada que tienen el sabor desgastado de los años.
Y por último, nos agrada que los amigos de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, sigan manteniendo tan vivo su recuerdo y traten de que sean reconocidos como merecen.
Procuraremos participar en los actos programados en su memoria.



                                                                                       Gregorio Ariz Martínez.



Foto cortesía de César Pérez de Tudela.









LA DIRECCIÓN GENERAL DE CULTURA
DEL GOBIERNO DE ARAGÓN COMUNICA
QUE EL HOMENAJE A RABADÁ Y NAVARRO ESTÁ "FUERA DE SUS COMPETENCIAS" 

 
  
 Bueno, pues por el momento esto es lo que hay. Seguiremos informando.


GRACIAS GREGORIO, MONTAÑERO Y ABUELO NATURALISTA 
Preciosa esta entrega del veterano escalador navarro. Un poco limitado por el escaso entusiasmo que muestran sus meniscos por el alpinismo y la escalada, como la inmensa mayoría de montañeros "maduritos", Gregorio descubre a sus nietos la vida salvaje de los Pirineos, esas marmotas gritonas que tanto han proliferado por toda la cordillera. Mira Gregorio: Más vale que tus nietos se aficionen a ver "bichos" antes que se hagan adictos a la "play station" y al ordenata. 
  

ME VOY DE VACACIONES A VIETNAM.
EL BLOG YA  ESTÁ EN ONCE MIL VISITAS. INTENTARÉ SUBIR EL FANSIPAN (TECHO DE VIETNAM), 3.200 m.

Debe ser una especie de Pirineo pero con arrozales y selvas de bambú. Por lo menos no habrá "penitentes" (especie de cuchillos de hielo), ni destrepes en mixto a 6.000 m como este en el Cerro Sajama, de 6.556 m, el techo de Bolivia. En realidad lo que me da miedo es  la malaria.  

Volcán Sajama, 6.556 m.

  Bueno, ya os contaré a la vuelta y atentos al blog porque tenemos en cartera a dos "pesos pesados" del alpinismo nacional: Alberto Rabadá terminando su relato del espolón del Fire y César Pérez de Tudela, decano del alpinismo español reviviendo su escalada a la cara norte del Eiger. Nos vemos.

miércoles, 13 de junio de 2012

LA OESTE DE RABADÁ Y NAVARRO (I)

 
 LA OESTE DE RABADA Y NAVARRO.
Gregorio Ariz Martínez


Nota previa:
He querido recuperar íntegramente lo que escribí, después de hacer aquella fantástica escalada, para aportar mi recuerdo de admiración a los escaladores maños y porque contiene la esencia de aquellos tiempos, en los que superar estos caminos verticales suponían un esfuerzo bien distinto al de los actuales.
Los escaladores de aquella época, seguramente lo van a entender como propio. Pero quizás los de hora, no se sientan identificados con aquellos sentimientos. Pero en fin, cada uno nace en su época y los modos han cambiado vertiginosamente.
 Caminando hacia la base
 Hacer la Oeste del Naranjo de Bulnes hace cuarenta años, era como la consagración del escalador. A partir de ese momento, entrabas en lo que se podía considerar “la élite” del alpinismo en nuestro país. Y nosotros soñábamos con serlo.
 Fuimos con miedo, porque considerábamos a Rabadá y Navarro unos fuera de serie. Nunca antes habíamos escalado una pared tan larga, tampoco conocíamos los Picos de Europa, aunque habíamos leído que su roca caliza era extraordinaria. El año anterior dos escaladores vascos, habían muerto cuando prácticamente tenían la cima a pocos metros, después de su ascensión a la Oeste en invierno y pocos meses antes de nuestro viaje, el rescate de Lastra y Arrabal que estuvieron bloqueados en la pared varios días, habían mantenido a todo el país en vilo.
Por fortuna, el miedo desapareció en el primer largo y aún sonrío de placer cuando me acuerdo de aquellos momentos.
Nuestra escalada fue la nº 13 a la Oeste del Naranjo. Buen número para deshacer entuertos.

Mes de Mayo de 1.970
  
Agobiados por el peso de nuestras mochilas y hundiéndonos en la reblandecida nieve, caminamos lentamente bajo un sol que escupe fuego. Una ilusión centraliza nuestra dedicación de cuatro días a esta zona de los Picos de Europa. Queremos escalar la Cara Oeste.
El invierno recién pasado, ha sido muy abundante en nieve y necesitamos ocho horas para hacer el trayecto entre el Mirador del Cable y el refugio Vega de Urriello, al pie del mismo Naranjo.
Una vez allí, olvidamos el cansancio que llevamos en el cuerpo, pues lo que se ofrece a nuestros ojos, nos sumerge en un mundo distinto. Encima mismo del refugio, se alza una muralla de unas proporciones tan grandes, que aplastan la mirada y el ánimo de cualquiera. Es como una gran losa rigurosamente vertical, lavada y pulida por vientos milenarios y de una dimensión que no admite comparativos.
Nuestro recuerdo se posa ahora en los inolvidables Rabadá y Navarro, que nos supieron legar con su depurada técnica y capacidad, una atrevida vía que recorre la pared en toda su extensión siguiendo un camino perfecto.
El tiempo se presenta magnífico y esto es lo que mas reconforta nuestro ánimo. Mi hermano José Ignacio está impaciente porque nos acostemos y así que una vez que hayamos cenado abundantemente, nos metemos en nuestros sacos.
Cuando empieza a rayar el alba ascendemos lentamente con nuestros bártulos a la espalda para comenzar el trabajo que tenemos asignado para hoy. Pronto llegamos al pie de la pared y al tocarla con nuestras manos una sensación extraña nos invade. Muchas horas hemos de pasar pendientes de esta caliza, también son muchas las que hemos esperado este grandioso momento.

José Ignácio
Sin entretenernos mucho y con el silencio impresionante que precede a una empresa de esta envergadura, nos encordamos y comienzo yo el primer largo. Vamos a doble cuerda atada directamente a la cintura y de una vaga cuelgan mezclados mosquetones de hierro y algunos de aluminio, así como clavijas y tacos de madera de varios tamaños. La roca está fría y los dedos tienen que pasar por los cambios de helarse al principio, para reaccionar después al soportar el peso del cuerpo. Unos metros mas arriba, noto ya correr la sangre por dentro y la escalada comienza a llenar de gozo todo mi cuerpo.

 Empezando

En una cueva aseguro a José Ignacio, que sube rápido para continuar de primero en el segundo largo. La pared, severa desde el principio, se va tornando desplomada. Desaparecen las presas en donde apoyar los pies y el empleo de los estribos sustituye esta deficiencia.
Me toca el tercer largo que consta de un gran diedro completamente desplomado y en el que hay un poco de cada cosa; hierros de las más variadas formas, tacos podridos, cintajos que no son de fiar y algunos remaches que sobran, colocados seguramente por algún desaprensivo. Intuimos que algunas cordadas han llegado en su intento hasta este punto y se habrán retirado rapelando.

    Primeros extraplomos
 
Estos largos son los que mas esfuerzo requieren y en los que nos empleamos a fondo. Más vale que están al principio y como hemos empezado con verdaderas ganas, los vamos resolviendo sin demasiadas preocupaciones.
Concentrados al máximo en nuestra labor, olvidamos por completo al resto del mundo. Ahora solo procuramos  que todo salga lo más perfecto posible, atentos a economizar esfuerzo y tratando sobre todo de no caernos. Cada uno sabe lo que tiene que hacer y lo hace maquinalmente. Solamente cuando el terreno se suaviza y los pasos bajan de dificultad, nuestras lenguas se sueltan y acude a los labios el chiste y la guasa.
Hemos ganado altura considerablemente, pero el tiempo transcurre veloz, aunque no nos importa demasiado, ya que queremos disfrutar de todos los movimientos que hacemos, sin prisas.

Estribos
 

 Cicatriz
Hace rato que hemos superado “la lastra soldada” y estamos encarados con la llamada “cicatriz”. En este punto se agota mi primer rollo de diapositivas y como es un lugar precario para cambiarlo, proseguimos ligeros hasta desembocar en el ansiado lugar de vivac. Una amplia repisa nos recibe y nos tumbamos un rato para descansar.
Después preparamos la cena, que es en definitiva la única comida decente del día. Hemos subido alimentos en abundancia, e incluso algunas cosas de capricho, amén de la bota con buen clarete navarro, que no abandonamos nunca por dificultosa que sea la pared. Un gran nevero cercano nos proporciona agua suficiente y más tarde preparamos nuestro aposento. Hemos dejado nuestros sacos en el refugio y en sustitución disponemos de una ligera tienda de campaña sin armadura, que con su hermeticidad nos va a proporcionar el calor suficiente para pasar la noche sin coger un resfriado.
Introducidos ya dentro, acomodamos nuestros cuerpos al montón de piedras que tenemos por lecho, acolchadas un poco con las cuerdas y para cabecera, la cantimplora forrada con el gorro de la cabeza.
Mi hermano ya duerme cuando yo me asomo por la cremallera de la tienda, intentando fotografiar el sol que se esconde por las cumbres del otro lado del valle. Luego le observo con mirada celosa, envidiando ese don que tiene de abandonarse al sueño, en cualquier posición o circunstancia. El cansancio se hace notar en todo el cuerpo y al poco rato yo también me duermo profundamente.

 Fin de la primera parte del relato.




 ESCALADORES NAVARROS, DEL PIRINEO AL HIMALAYA
Mi primera vía en el Ossau fue el soberbio Espolón Este de la Pointe Jean Santé (Ravier 1955) con tres escaladores navarros: El veterano Iñaki Tapia y dos más jóvenes, Xabier Garaioa e Iñaki Aldaya.
Fue en primavera de 1973 y yo tenía entonces 17 años. Aquellos "pamplonicas" me dieron la oportunidad de chequearme en esas placas de granito naranja. Seis años más tarde, Aldaya y Garaioa subieron el Dhaulaguiri, de 8.172 m, en la expedición dirigida por Gregorio Ariz (1979).
A la izquierda el Espolón Este. A la derecha la vía "Ballini-Treziere" al Grand Pic de l´Ossau.

26 años más tarde de aquella incursión en el Espolón Este, despues de un largo parentesis en mi vida montañera, volvi a esa compacta vertiente del Midi d´Ossau con 43 años, ¡madurito eh!, acompañado por un muchachito de Sabiñánigo, José Manuel, que contaba entonces 17 años. Recorrimos la pared mano a mano, un largo cada uno, por la vía "Ballini-Treziere" (1940), auténtico terreno de aventura.

Ruda y atlética, la escalada en el Ossau, es muy diferente a la caliza del Naranjo. Primitiva y rudimentaria, requiere en general más fuerza que otra cosa. Son pasos intuitivos, instintivos, poca sofisticación, como estas lajas en la ruta del Circo Sur, mi camino favorito para subir a esta preciosa montaña.


sábado, 2 de junio de 2012

ESCALADA AL ESPOLÓN SUROESTE DEL FIRE. JUNIO 1975

 De izquierda a derecha, Santiago y Rodolfo. Al día siguiente de escalar el espolón del Fire. Junio 1975.



 
Escalada al Espolón Suroeste del Firé. Junio 1975

   Creo que fue en ésta salida cuando, después de comunicar a Rodolfo que disponía de unos días de permiso para ir a escalar, solicitó en su trabajo que le dieran unos días de vacaciones y al no concedérselos, pidió la liquidación y se marchó. Aún no había pasado un mes desde que Rodolfo había cumplido 17 años.

 
    En el nº 38 de la revista de Montañeros de Aragón (marzo de 1979), en un artículo titulado “Riglos, Cincuenta Años de Escalada”, Fernando Orús, refiriéndose a los intentos que hicimos Rodolfo y yo para escalar el Firé, entre otras cosas escribió: “tendieron un verdadero sitio al Firé”.

     Naturalmente nuestro objetivo era escalar dicho espolón. Así, a primeros de junio, unos quince días después de la ascensión de la cordada Despiau-Battaia, volvemos a atacar la vía con provisiones para unos tres días. Llevábamos varios buriles y un burilador con sólo una broca, es decir, la puesta en el ramplús. En la 6ª o 7ª reunión, quizás al pie del muro rojo, intentamos meter el primer buril para reforzarla y cuando apenas llevábamos hecho la mitad del agujero, se rompió la broca, por lo que continuamos sin posibilidad de hacer una sola perforación.

 Primeros largos del Fire. Santiago. Junio 1975


   Hicimos vivac en las placas grises que hay bajo las tres canales, en el centro de la pared y al día siguiente, continuamos la escalada guiándonos con el impreciso croquis de que disponíamos. Escalamos varios largos más de la vía original, y en lugar de flanquear a la derecha para entrar al Torreón, nos dejamos llevar por la debilidad de la pared que asciende en diagonal a la izquierda. Abajo estaban los niños del pueblo que estaban siguiendo la escalada; Miguel, Toño … Nos gritaron que no era por ahí, que Despiau había ido a la derecha hacía sólo unos días. No les hicimos caso, continuamos la navegación que nos pedía la pared, ¡era tan evidente!

   Llegamos a una pequeña entosta y encontramos un buril y un clavo, tal vez de embarques anteriores y creo que hicimos reunión en ella. Quizás fue en éste punto donde intenté, por medio de una travesía a la derecha, pasarnos al Torreón pero un muro rojo totalmente vertical y sin posibilidad de protección, me lo impedía. Seguimos con unos pasos en artificial, por una placa que nos depositó en una exigua repisa bajo una panza y, sujetándonos en los estribos, hicimos reunión. La calidad de la roca es muy compacta pero por eso mismo, es muy difícil de pitonar, así que no nos quedó más remedio que montar la reunión con puntas de clavo, ya que era lo único que entraba.
 
    Siguió Rodolfo de primero y afrontando la panza directamente, consiguió colocar una melilla que quedó bien, ya que entró la mitad o poco más, fue el único seguro bueno en un largo de unos 25 ó 30m, de dificultad extrema y muy mantenido. Si Rodolfo se hubiera caído, hubiera sido muy fácil  que nos hubiéramos ido al suelo. En todo caso, la única opción de no despeñarnos hubiera sido la melilla.

 Espolón S.O del Fire. Rodolfo. Inicio del embarque a la "Variante de salida de Rodolfo-Santiago"



    Espolón S.O del Fire. Fisura de salida a cima. Junio 1975. Rodolfo Assas

   Llegamos a una pequeña repisa y a nuestra izquierda, remontamos una corta chimenea que nos depositó en una buena repisa, al pie de una larga fisura muy rota, al menos en su inicio. Siguió Rodolfo de primero arrastrando las tres cuerdas de 60m que llevábamos y cuando se le acabó la fisura y la cuerda, tuve que comenzar a escalar en ensamble para que pudiera llegar a un sitio donde hacer reunión, muy cerca ya de la cima. Llegamos al pueblo pasada ya la media noche.


 
Intento a la Serón-Millán. Junio 1975

    Descansamos un día y al siguiente, nos metemos en la Serón-Millán con provisiones para dos días.

    El primero o segundo largo tiene una panza muy pronunciada, totalmente rota y muy difícil. Lo escaló Rodolfo de primero con una habilidad asombrosa, hizo reunión bajo una panza muy pronunciada y alargada. Seguí yo de primero en flanqueo a la izquierda, bajando incluso un poco y donde el desplome era menor, ataqué recto. Posteriormente volví a la derecha hasta situarme como unos 4 ó 5 metros por encima de mi compañero, donde monté reunión. De ésta forma gané, como digo, no más de 5 metros en vertical en un recorrido de unos 16m. Desde luego, un largo “muy riglero”.

    Esto es todo lo que recuerdo de los pasajes de ésta vía. Llegamos a una buena cornisa equipada con dos “pes” (por Ursi y Julio Porta, creo), e inició Rodolfo el siguiente largo en artificial, que creo que era una fisura vertical, ciega y rota. Al intentar meter una pitonisa, le saltó en las gafas y se las rompió y como además hacía mucho calor, decidimos retirarnos.


 Rodolfo en la Serón-Millán. Segundo o tercer largo.Con Santiago. Junio 1975

 
No pudimos completarla, no fue posible. Hace poco hablé con Cintero sobre ésta vía y me dijo que, aunque nos quedaba una tirada complicada para llegar al collado, lo mas difícil y comprometido lo habíamos hecho. Fue un poco lástima ya que hubiéramos hecho la segunda repetición. De todas formas nunca nos importó demasiado, ya que tanto Rodolfo Assas como yo, siempre estuvimos  y seguiremos estando, orgullosos de haber tenido la suerte de vivir y participar, de una pequeña parte de la historia de éste fantástico lugar llamado los Mallos de Riglos y su precioso y acogedor pueblo.

    Posteriormente tuve la ocasión de hacer, con Daniel Guirles, una de las primeras repeticiones de la vía de La Risa en la Peña Don Justo.



                                                                         Santiago Hernández de Miguel          
                                                                                     Primavera de 2012









GUÍA SABOCOS-COMACHIBOSA
66 ITINERÁRIOS DE DIFICULTAD MEDIA-BAJA. PRÓLOGO DE FERNANDO ORÚS.
 Dedicado a Alberto Rabadá y Ernesto Navarro en el 50 aniversario de su muerte en la cara norte del Eiger.









MARAVILLOSA COLABORACIÓN, SANTIAGO.
¡VAMOS AHORA CON OTROS ESPECIALISTAS! 

 
 Decano de los escaladores navarros, Gregorio Ariz Martínez, andinista e himalayista, fue el director de la expedición al Dhaulagiri8.172 m, que consiguió la cumbre en 1979.
Montañero universal, Gregorio siempre está al lado de la gente montañera, en las alegrías y tambien en los momentos amargos.
Su relato, fresco y desbordante de energía, narra su aventura en la cara oeste del Naranjo con ocasión de la XIII ascensión, en 1970.
¡Que se preparen sus nietos, aventuras con este "abuelito" no les van a faltar! Y de su "hermanito" José Ignácio, a primera vista un poco cabroncete sí que se le vé poniéndole "cuernos" a Gregorio en la cumbre del Naranjo de Bulnes. ¡Ostia los Áriz, eso sí que es una auténtica estirpe montañera!